Me reconozco, acepto mi belleza (2018)

 

Soledad García Durán, "Me reconozco. Acepto mi belleza". Acrilico sobre espejo
Soledad García Durán, "Me reconozco. Acepto mi belleza" Acrílico sobre espejo. (Fotografía de Nuria Tornero)
 
Vernant, Jean-Pierre (2001), La muerte en los ojos. Figuras del otro en la antigua Grecia. Barcelona: Gedisa.
... La cara de Gorgo es el Otro, tu propio doble, el Forastero, la recíproca de tu cara como una imagen en el espejo (ese espejo en el cual los griegos sólo podían mirarse de frente y con la forma de una mera cabeza), pero una imagen que es a la vez más y menos que tu, simple reflejo y realidad del más allá, una imagen que atrapa porque, en lugar de devolverte la apariencia de tu propio rostro, de refractar tu mirada, representa en su mueca el espantoso terror de una alteridad radical con la cual te identificarás al convertirte en piedra.
Mirar a Gorgo a los ojos es encontrarse frente a frente con el más allá en su dimensión aterradora, cruzar la mirada con el ojo que no se aparta, es recibir una luz cuyo resplandor enceguecedor, es el de la noche. Cuando miras fijamente a Gorgo es ella quien, al trasformarte en piedra, te convierte en el espejo donde se refleja su rostro terrible; ella se reconoce en el doble, en el espectro que eres desde que enfrentaste su ojo. Para expresar en otros términos esta reciprocidad, esta simetría tan extrañamente desigual del hombre y el dios, lo que te muestra la máscara de Gorgo cuando quedas fascinado por ella es tú mismo, tú mismo en el más allá,  esta cabeza vestida de noche, esta cara enmascarada de invisibilidad que, en el ojo de Gorgo, demuestra ser la verdad de tu propia cara... (Vernant, 2011, p.105-106)
 
 

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