Estrategias autocalmantes (Paula, 2015)

 

LEONARDO

Me siento bien si veo el mar calmado y me dan ganas de entrar allí y desaparecer en ese mar o con un paisaje natural que sea extenso, sin límites en el horizonte o el espacio. Si viviera delante de la playa, me metería en el agua. Ese es un pensamiento que me tranquiliza, pensar que estoy delante de la playa, no hay nadie, corro y salto al agua y nado con fuerza. Este pensamiento es cuando el ataque es de día. [...] La imagen del mar negro iluminado por la Luna y solitario sin nadie en la playa siempre me ha llamado la atención. Es una imagen que me gusta y me relaja.  (Paula, 2015. Posición 3371)

LEONARDO 

En los ochenta leía un autor llamado Lobsang Rampa, que decía ser un lama tibetano y escribía libros sobre un poco de todo, desde budismo hasta clarividencia, esoterismo. En uno de estos libros proponía una técnica de relajación que me sirvió mucho, sobre todo teniendo en cuenta que era un niño. Si me dices relaja la cara, relaja los músculos, respira a este ritmo o al otro, etc., eso es demasiado complicado para un niño y sobre todo para mí, que en aquella época tenía poca conciencia sobre el cuerpo en general. La técnica, que en el fondo es prácticamente lo mismo que especifica en el libro, abordaba el ejercicio de una forma más amena para un niño. Más o menos decía así: «Intenta respirar usando ya sea tu estómago o tu pecho. Los hombres suelen respirar más con el estómago, las mujeres más con el pecho. Intenta hacerlo con los dos. Primero el estómago, luego llenas el pecho, después vacías el pecho y el estómago. Esta es la respiración completa que debes mantener. Una vez adquirido este proceso, imagínate que tienes un montón de obreros y trabajadores diminutos en cada músculo de tu cuerpo. Ellos se encargan de mover los músculos, tensar los tendones, etc. Ahora diles que se tomen un descanso, empieza por los pies e imagina cómo cada uno, poco a poco, deja sus herramientas y se dispone a caminar desde los pies hacia el ombligo. A medida que sube por las piernas va avisando a sus compañeros para que dejen de trabajar y se reúnan en el ombligo. Poco a poco todos los trabajadores dejan sus puestos, desde las manos, los brazos, los que están en la cara, las mejillas, el cuello. Los únicos obreros que no se van son los que están en los pulmones, ellos deben estar allí para que puedas seguir respirando. Cuando todos estén reunidos en el vientre, les dices que se vayan a dar un paseo y saldrán de tu ombligo por un cordón de plata que extiende y se pierde en el infinito. Ellos volverán, necesitan solo darse un merecido descanso. Cuando se hayan ido, tu cuerpo estará totalmente relajado, es como una fábrica abandonada, con las máquinas paradas, no hay ruido de motores ni de tuberías ni de obreros, está todo desierto. Solo se escucha en la lejanía a los obreros que están en los pulmones para que puedas respirar. Le estás agradecido a ellos por estar allí trabajando por ti. Ahora descansa, duerme y confía en ellos. Más tarde volverán para iniciar la jornada laboral, es hora de descansar». Más o menos era así. A mí me gustaba la idea de imaginarme el cuerpo como una máquina, en la que cada pieza se paraba, como un robot gigante en plan Mazinger Z. Eso me ayudaba mucho para dormir, porque solía tener el sueño alterado también de niño. (Paula, 2015. Posición 3098)

 

Paula, Isabel. La ansiedad en el autismo (Alianza Ensayo) (Spanish Edition) . Alianza Editorial. Edición de Kindle.

Comentarios