Dialogos en silencio

 El estado de ánimo de las personas cuando su mente divaga tiende, hablando en términos generales, hacia lo displacentero, hasta el punto de que pensamientos con un contenido aparentemente neutro se ven ensombrecidos por una carga emocional negativa. Pareciera como si la mente errante fuese, en parte o casi totalmente, una de las causas de la infelicidad...

la mente errante tiende a centrarse en el yo y en sus preocupaciones, es decir, en todas las cosas que hoy tengo que hacer, en las cosas equivocadas que le he dicho a tal persona o en lo que, por el contrario, debería haberle dicho. Y es que, aunque haya ocasiones en que la mente gravite alrededor de pensamientos o fantasías placenteras, lo más habitual es que lo haga en torno a cavilaciones y preocupaciones.

La región medial de la corteza prefrontal se activa a medida que la cavilación y el diálogo interno generan un trasfondo de ansiedad de bajo nivel. Durante la concentración plena, sin embargo, una región cercana, la corteza prefrontal lateral, inhibe el área medial. Nuestra atención selectiva deselecciona entonces los circuitos ligados a las preocupaciones emocionales, la modalidad más poderosa de distracción. La respuesta activa lo que está sucediendo o cualquier modalidad de foco activo desconecta el “yo”, mientras que cualquier modalidad de foco pasivo, por el contrario, nos devuelve al terreno tan cómodo como pantanoso de la especulación. [2] El distractor más poderoso no es la charla interpersonal, sino la incesante cháchara intrapersonal que se da en el escenario de nuestra mente. La verdadera concentración exige acallar esa voz interior. Una resta en la que, partiendo de 100, vamos sustrayendo sucesivamente 7 acabará aquietando, si nos concentramos en esa tarea, ese diálogo interno.

Goleman, Daniel. FOCUS (pp. 63-65). Editorial Kairós. Edición de Kindle.

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